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La Fórmula Mágica para Olvidar (Cuento)

Por: Fredys Ruiz Cudriz

Muy de mañana, después de cepillarse los dientes, Omar se  propuso encontrar a su abuelo en una de las seis habitaciones y dos patios que tenía la casa. Abrió la puerta de la tercera habitación y allí le encontró: vestido aún en pijama, con las sandalias fuera de sus pies. Le observó despierto pero somnoliento, recostado plácidamente en su vieja silla de mimbre, mil veces deteriorada y reparada otras mil y una veces.

Se le acercó tímidamente y procuró hablarle  sin asustarlo.

_ ¿Qué pasó mijito? Musitó el anciano con esa voz grave y agradable de los que han visto eternos otoños sin luz eléctrica.

_Abue…no quería molestarlo…pero quería preguntarle algo.

_Ahhhhh… ¿querías?  ¿O sea que ya no quieres?..

_No, No abuelo…si te quiero preguntar….tiene que ver con ella…

Omar entresacó una fotografía envuelta en una hoja de papel amarillento y se la acercó a abuelo.

_Y quién es ella? Preguntó él mientras se incorporaba de mejor manera en el sillón.

_ Abuelo: ella es María, una niña que estudia conmigo…bueno estudiaba porque la semana pasada se mudó con su familia hacia la capital….ella era mi novia…

_Ah, ya veo. Qué pena que se haya ido…y ahora qué piensas… ¿qué vas a hacer?

_Abuelo es que quiero olvidarla y no sé cómo…

_ Es difícil pero sé de una fórmula que te puede servir…

El hombre curtido en años y en penas, veterano de alguna guerra no registrada en ningún libro de historia, se rasgó la garganta y se enderezó sentándose en el sillón: iba a hablar.

­_ Lo primero que debes hacer es esperar la primera noche de luna llena y salir al patio a las doce de la noche más o menos, tomar entre tus manos esta fotografía de María y repetir 125 veces, ni una más ni una menos: “Quiero olvidarte María”. Después tienes que rezar doce Padrenuestro y en el último, dar tres volteretas hacia atrás; sentarte en el pasto y llorar, copiosamente y sin pausa, durante tres minutos, exactos.  Cuando hayas hecho esto, deberás suspirar diecisiete veces y tomar tres piedras en tus manos y lanzarlas una a una lo más fuerte que puedas hacia el horizonte, ten cuidado de no lastimar a nadie. Luego busca un hormiguero en el patio y con una varita molesta a las hormigas hasta que salgan y te piquen. Debes sentir que por lo menos 7 hormigas lo hagan.  Suena tu nariz dos veces y límpiate las manos en el pasto. Después te colocas de pie y gritas con todas tus fuerzas cuatro veces: María ya no te quiero, María ya no te quiero, María ya no te quiero… ¡MARÍA YA NO TE QUIERO!

Omar estaba absorto. Obnubilado por la retórica estridente y locuaz de su abuelo materno y por la seguridad y fuerza con que le explicó esta extraña y novedosa fórmula, no se atrevió a proferir palabra alguna.

Después de un breve pero eterno silencio, Omar De Jesús Araujo, tomó el valor suficiente y necesario para hacer la pregunta más decisiva y trascendental que habría hecho a sus catorce escasos años.

-Abuelo: y esa fórmula ¿me servirá para olvidarla?

El abuelo suspiró hondamente con una nostalgia de tierra mojada y recuerdo perdido, como si en ese momento la melancolía, de la cual fue presidiario en sus años mozos, se hubiera sentado a su lado a hablarle al oído. Se recostó nuevamente en el sillón y cerrando sus ojos respondió:

-Es probable que no mijo, pero si haces todo lo que te dije demostrarás que amas tanto a esa muchacha que, aunque se vaya para la Patagonia, te irás tras ella.

Efe Ruiz
Nov 25 de 2014

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