Anselmo Castillo Nuñez y su faceta de Maestro
Por:
Alvaro Castillo Nuñez: Profesor de Español, colegio Nuestra Señora del Carmen, Sincelejo, Colombia.
Omar Castillo Nuñez: Economista-profesor, Universidad de Córdoba, Colombia
En este breve escrito rendimos un homenaje a Anselmo Castillo Nuñez, quien profesó durante una década comprendida entre 1973-1983 en el Colegio San Juan Bautista de la Salle, en el que dejó recuerdos imborrables.
Para iniciar, es conveniente reflexionar por qué se puede llegar a un “don de maestro” en este digno oficio de enseñar, teniendo en cuenta que existen sinónimos que en un ámbito social se puede identificar como docente, profesor, educador y maestro. Pero estas dos últimas palabras, las de educador y maestro, parecen ubicar al ser humano en otra dimensión del conocimiento, pensamiento y comportamiento. Por ello vale la pena preguntarnos, ¿Fue Castillo Núñez un maestro? En lo que sigue de este escrito argumentamos que sí lo fue.
Primero, por la amplitud de sus conocimientos y la dedicación al oficio
El orgullo de los padres colombianos hasta bien entrado el siglo XX era tener un hijo servidor religioso. Don Silvano, su padre, decidió que debía entrar al Seminario Mayor de la Villa de San Benito Abad, dirigido por monjes eruditos en teología, filosofía e idiomas, para ejercer más adelante el oficio de sacerdote. Esta experiencia lo formó en diferentes disciplinas del conocimiento relacionadas con el aprendizaje de idiomas como latín, inglés y español, sumados, de hecho, a los de teología como seminarista. Es por eso por lo que años más tarde pronuncia entre su gente de pueblo una frase muy propia: “Si no hubiera sido por Carmen Núñez, ya hoy fuera obispo…” Y en efecto, abandonó esa pretensión religiosa para entrar en tentaciones laicas que lo convirtieron en padre de varios hijos.
Pero heredó de su formación en el seminario dos características de esta: una, el goce y la disciplina de la lectura, y dos, la amplitud de conocimientos. En aquellos tiempos, en los que el acceso a la educación universitaria era privilegio de pocos, el seminario fue la fuente de conocimiento de la que bebieron los mejores maestros de aquella época. Fue su formación seminarista lo que obligó a otros educadores procedente de esas canteras, Luis Gabriel Meza y Héctor López, a reconocerlo invitándolo a ser parte de la nómina de profesores del Gimnasio Sincé y del Francisco de Paula Santander, respectivamente, en la década de los años 60.
La creación del Liceo Americano, una iniciativa de educación privada nacida bajo la sombrilla protectora de su padre en 1962; su participación en 1968 en la iniciativa ciudadana tendiente a la creación de un colegio de Bachillerato para el Municipio – que dio origen al San Juan Bautista de la Salle, como nos lo recuerda Lorenzo Ulloa en la Monografía de Sincé-, son prueba y testigo de ese ímpetu y amor por educar, independiente de los réditos económicos de tales iniciativas.
Su paso por el colegio San José, en Barrancabermeja; Gabriel Taboada Santodomingo, en Ovejas; San Pedro Claver, en San Pedro; y San Juan Bautista de la Salle, en Sincé, completan su recorrido por el oficio
Segundo, porque innovó la enseñanza a través del enfoque pedagógico social- cognitivo.
La combinación del oficio de educador con el de periodista lo condujo a conocer en esencia el quehacer y la vivencia socioeconómica de la gente del común de nuestro municipio, un proceso fundamental que le permitió una real convivencia con los alumnos y sus padres, y con sus compañeros docentes.
Esta interacción la utilizó para fines pedagógicos. Su alma sensitiva percibía la realidad de sus alumnos, al igual que las ideas predominantes en sus padres acerca del mundo. Es aquí precisamente cuando ese recordado maestro pone en juego las experiencias y va induciendo y convenciendo sobre la importancia de la educación y del sentido de la lucha por un ideal de vida a padres e hijos de origen social muy humilde. Al estimularlos a la superación estos respondían con el deseo de aprender y desarrollar sus capacidades. Esta reciprocidad alumno-profesor es virtuosa en el enfoque social-cognitivo de la enseñanza.
Desde esa experiencia promovió la lectura y la motivación hacia ella; exponía ejemplos vitales a sus alumnos sin dejar de lado un recurso altamente dinámico y provechoso en su quehacer de maestro: el chiste, la anécdota y los ejemplos de la vida de “carne y hueso”, estrategias que, por testimonio de su alumnos y exalumnos, solía convertir sus clases en un espacio agradable, activo y motivante.
No es falso decir que después de su muerte muchos estudiantes de padres humildes, que combinaban estudio y trabajo para el sustento durante los días libres, disminuyeron su rendimiento escolar y algunos descontinuaron sus estudios ante el dolor y la desmotivación producto de su inesperada muerte biológica con la que pareció haberse apagado para ellos un farol, el maestro-amigo que los oía, que motivaba, que aconsejaba.
Tercero, sus métodos de evaluación estaban dirigidos a corregir las debilidades y a orientar el verdadero camino de sus discípulos.
La evaluación del aprendizaje se entiende como una lectura del comportamiento y pensamiento humano proyectado no hacia un aula sino tanto a la vida de una persona como a una sociedad. Castillo Nuñez fue ampliamente conocedor del contexto de sus alumnos y su forma de evaluar fue más flexible, no ligada a una rigidez sino hacia las oportunidades sin demeritar la calidad de la enseñanza. Pero esa relación cimentada en el proceso cognitivo-social que enmarca a sus estudiantes, le permitió también mostrar su jocosidad en las calles con anécdotas como “no sea usted tan coñífero, o también “miren el bello retrato de… (la madre o del padre del estudiante)”. Frases que, refiriéndose a esos estudiantes con malas calificaciones, el profe les reprochaba de manera que no se sintieran ridiculizados. De esa forma, sus discípulos veían algo de esperanza en sus estudios, mas no frustraciones, y el final del año escolar, precisamente era una prueba sabia para este aventajado maestro que supo leer el contexto de sus educandos. Puede concluirse en este caso: un maestro evalúa para corregir debilidades y orientar el verdadero camino de sus discípulos, cualidad que encajó notoriamente en él.
De ese mismo proceso evaluativo de su época, Anselmo se situó más en la concepción humanista de la educación, que ve en ella un camino hacia la igualdad, la libertad, el progreso personal y societal. La actual forma de evaluación globalizada, llamada evaluación por competencia, al parecer, no encajaba con el método, no solo de Anselmo, sino de otros maestros afines al humanismo. Castillo Núñez en su experiencia vital misma se había casado con esa visión, consideraba la ignorancia un veneno letal para el progreso de Sincé, de allí sus campañas sociales como maestro y periodista, buscando luz y esperanza a través de ella.
Cuarto, por su vocación e ímpetu de lector envidiable.
Fue un devorador consumado de libros. Sin perdonar las historias de pistoleros del oeste, que intercambiaba con otros amigos lectores, por su mente lectora pasaron desde las historietas de Kalimán, pasando por Revista secciones de la “Reader Digest”, continuando con literatura y poesía, clásica o no, hasta las enciclopedias “Universitas” y “El Tesoro de la Juventud”. Todas ellas fueron presa de su apetito lector. Por esta bella actividad humana, convirtió su humilde casa arrendada del barrio “Cascajito” en una especie de pequeña biblioteca pública al servicio de los ya motivados estudiantes por la lectura y la consulta del conocimiento. Sin duda alguna, fue una faceta de su proyección de maestro hacia sus alumnos que llegaban desde diferentes barrios de Sincé a consultar sus tareas. ¡Cuánta falta hace actualmente ese espacio educativo para que los jóvenes de hoy día aprecien el valor de la lectura como actividad formativa de la mente humana!
Carl Gustav Jung, psicólogo y siquiatra suizo, manifestaba que son pocas las profesiones que logran un recuerdo perenne en la mente del hombre. Esa cualidad solo la logra la de ser buen maestro, aquel que logra sacar el conocimiento del aula para proyectarlo a la vida, e incluso fijarlo en el corazón de la gente. Todo lo resume en esta bella y célebre frase: “Uno recuerda con aprecio a los maestros brillantes, pero con gratitud a los que tocaron nuestros sentimientos”. A Anselmo se le recuerda con aprecio y gratitud. Fue un Maestro.